Prólogo al libro “Eliecer Benavides Hernández, el líder obrero”

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Gustavo Triana, 7 de febrero de 2022

Eliécer Benavides, un dirigente obrero nacionalista y democrático

Por la década de los años sesenta, Francisco Mosquera Sánchez libraba una batalla política e ideológica en la izquierda colombiana contra el foquismo guerrillero y contra la propuesta trotskista de proponer revoluciones socialistas en países atrasados, semifeudales y dependientes del gobierno imperialista de Estados Unidos. Fue una batalla que trascendió a todo el Continente.

Al llamamiento a librar la lucha armada guerrillera, cuyas degradaciones resume Francisco de Roux en la acertada frase “La guerra dañó todo lo que tocó, no sirvió para nada”, Mosquera y sus seguidores contrapropusieron la lucha organizada de las masas, con objetivos que correspondieran a su estado de ánimo, al grado de organización y a la correlación de fuerzas. Definieron además que para la etapa actual la prioridad es la lucha política electoral y la movilización por reivindicaciones económicas y democráticas que permitan avanzar en comprensión, acumular fuerzas y cambiar la correlación para alcanzar las transformaciones que requiere la nación. Y abrieron la polémica contra el llamado del trotskismo a abordar de inmediato una revolución socialista, lema que continúan predicando hoy varios sectores que se consideran a sí mismos como de izquierda. Sus proclamas, antes y ahora, expropiar y repartir la tierra, incluidas las explotaciones agroindustriales avanzadas como los ingenios azucareros, las bananeras y la ganadería estabulizada; socializar la raquítica industria de bienes de consumo; estatizar todo el sistema de la salud, incluidas las clínicas privadas grandes y pequeñas, y otra serie de medidas ya aplicadas con resultados negativos en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Mosquera, por el contrario, explicaba con suficiencia la necesidad de adoptar un programa de transformaciones económicas, políticas y sociales que condujeran a recobrar la soberanía económica de Colombia, a desarrollar y modernizar la producción agropecuaria, industrial, minera y de servicios, a mejorar sustancialmente las condiciones de vida y de trabajo de la población y a concretar las garantías democráticas de un Estado de derecho. En decenas de escritos, que configuran un rico acervo teórico para sus seguidores, Mosquera propuso en forma explícita eliminar las trabas al capitalismo nacional como condición previa e ineludible para nuevas y más profundas transformaciones económicas y sociales.

Las experiencias han sido dolorosas para varios países de América Latina, donde los ensayos de revoluciones socialistas no solo no lograron consolidarse, sino que terminaron además favoreciendo regresiones, como en el Salvador, que después de ensayar una guerra popular, hacer un proceso de paz y tener varios gobiernos de la izquierda, padece hoy un mandatario autoritario de derecha, o en Venezuela, que llevó su escasa producción industrial y agraria a un gran descalabro, incluida la producción de petróleo y minerales. Su principal equivocación radicó en no haber adoptado un programa nacional y democrático que permitiera allanarle el paso a la más amplia unidad nacional contra la dominación neocolonial impuesta por Estados Unidos con la complicidad de clases sociales lacayas y vendepatrias.

Una tarea principal con miras a concretar los objetivos propuestos era la de apoyarse en lo más avanzado del movimiento obrero. Para ello, Mosquera tuvo la iniciativa de crear una central obrera que se deslindara de las controladas por los partidos políticos tradicionales y de la dirigida por el Partido Comunista Colombiano, comprometido por entonces con los intereses imperialistas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, y que además vacilaba en el combate contra las camarillas de las centrales gobiernistas UTC y CTC. En los avatares para lograr esa unidad sindical, Francisco Mosquera trabó una valiosa amistad con Eliécer Benavides, el curtido dirigente de los trabajadores petroleros del Magdalena Medio, que había sido presidente de SintraShell y de la Unión Sindical Obrera, USO, y presidía la Federación de Trabajadores del Petróleo, la Petroquímica y el Gas, Fedepetrol, combativa organización que aglutinaba a obreros de Ecopetrol, Shell, Intercol, Colpet-Sagoc, Texaco, Abocol, Ferticol y Antex, entre otros. Estos sindicatos recibían la influencia y asesoría del abogado laboralista y firme defensor de la nacionalización del petróleo, Diego Montaña Cuéllar.  Ambos, Montaña Cuéllar y Eliécer Benavides, fueron indiscutibles actores de primera línea en el propósito de consolidar una corriente sindical que enarbolara las banderas de la soberanía nacional, el bienestar de la población y la independencia del sindicalismo frente a los patronos, el gobierno y el imperialismo.

El acuerdo se dio pronto y al congreso de fundación de la central obrera, que se llamó Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR, celebrado en Medellín los días 12, 13 y 14 de septiembre de 1969, asistieron, entre otras organizaciones y personalidades, la USO y Fedepetrol, con Diego Montaña Cuéllar y Eliécer Benavides a la cabeza. En palabras de Mosquera, se trataba de dotar al país de una central obrera nacionalista y revolucionaria: “Un instrumento de lucha para unificar a la clase obrera organizada en el cumplimiento de su misión histórica, para llevarla a que se dé su organización política nacida de ella misma y ponerla en aptitud de conquistar la dirección de la revolución dentro del frente de liberación que debe costruirse y organizarse con las demás clases populares de la sociedad”.

La lucha que se libró en el seno de la nueva central obrera por ratificar el rumbo correcto para los intereses del sindicalismo y los sectores sociales en resistencia hizo que la tarea no se pudiera coronar. Al final, el nombre del MOIR fue adoptado por los seguidores de la organización partidaria que Francisco Mosquera Sánchez continúo construyendo, dotada de un programa nacional y democrático y recogiendo la rica experiencia organizativa y programática de los partidos que en el campo internacional representaban los intereses de los trabajadores. Sin duda alguna, el tiempo le acabó dando la razón a Mosquera y sus planteamientos iluminan hoy las luchas por alcanzar la soberanía, la democracia y el bienestar de la población, desechando el camino de la violencia y el terrorismo y abriéndole el camino a la más amplia unidad de los colombianos con arraigo en la nación para desarrollar un capitalismo nacional, fortalecer el papel del Estado y procurar una mejor distribución de la riqueza.

Conocí a Eliécer en Barrancabermeja durante la huelga de 1977, que la USO libró para evitar el traspaso de la Planta de Polietileno de la Refinería a la multinacional Dow Chemical de Michigan y también contra la política de la administración, que pretendía debilitar y desmontar, al igual que hoy, la labor de exploración y mantenimiento de los campos petroleros e imponer el sistema de contratistas. En esta patriótica huelga, que duró 67 días y que fue brutalmente reprimida por el gobierno de López Michelsen, quien impuso un alcalde militar en Barranca y desplegó al Batallón Colombia, fueron despedidos 217 obreros, entre ellos, Eliécer Benavides.

Siempre lo vi como un dirigente atento a las reivindicaciones sociales y económicas de los trabajadores, defensor de Ecopetrol y poseedor de un espíritu fraterno hacia los cuadros políticos de todas las vertientes que tenían presencia en las luchas obreras y populares de Barrancabermeja, con quienes discutía de manera franca pero respetuosa y buscando siempre preservar la unidad de la organización sindical. Eliécer contribuyó a lograr conquistas laborales como Cavipetrol y también algunos desarrollos urbanísticos para dotar de vivienda de los trabajadores. Impulsó la Policlínica de Barrancabermeja, se esmeró en que los hospitales de Ecopetrol brindaran atención a la población que habitaba en los campos petroleros y acompañó la correcta postura de la USO de organizar a las comunidades petroleras para arrancarles a las multinacionales, a las administraciones de Ecopetrol y a los distintos gobiernos cuantiosas inversiones dirigidas al desarrollo de dichas regiones. Comprometido con la causa de los cientos de obreros despedidos en las huelgas y paros, batalló junto con ellos hasta obtener de varios presidentes de la República y administraciones de la empresa que se les reconocieran pensiones y compensaciones económicas.

La corriente sindical moirista de la Unión Sindical Obrera tuvo en Eliécer Benavides a su principal aliado, y muchos de los dirigentes formados bajo su influencia engrosaron con el tiempo nuestras filas. Contamos con su apoyo en las luchas cívicas del Magdalena Medio y también en la brega por lograr la reversión a Ecopetrol de los campos petroleros en manos de las multinacionales. Sentimos su solidaridad en varios episodios trágicos, cuando las FARC y otros actores armados asesinaron a nuestros militantes en el sur de Bolívar y Barrancabermeja. Contamos también con su activismo para ayudar a elegir a Jorge Santos Núñez al Senado de la República en 1994 y, años más tarde, con su voto por Jorge Enrique Robledo al Senado, por Roberto Schmalbach para la diputación de Santander y por Leónidas Gómez para la Gobernación.

La invitación a participar en el prólogo de la biografía que su hijo Alfredo Benavides ha escrito juiciosamente es la oportunidad para que, en nombre de nuestra corriente política y como exdirigente de la USO y de la Central Unitaria de Trabajadores, le haga este breve pero sentido reconocimiento a quien sigue siendo un luchador indeclinable por la soberanía y la democracia, un personaje del campo nacionalista y democrático que ha desechado las opciones violentas y que ha llevado una vida modesta y pulcra, alejado de conductas burocráticas y acomodadas. Eliécer es un ejemplo de vida para el sindicalismo comprometido con las transformaciones que requiere el país, tantas veces aplazadas. Sirva este prólogo además para rendir un homenaje a la histórica relación de Eliécer Benavides y Francisco Mosquera Sánchez.

Gustavo Rubén Triana Suárez,  ex dirigente de la Unión Sindical Obrera USO, secretario general del partido DIGNIDAD.

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