Roberto Schmalbaçh Cruz, Miembro de la Junta Directiva Nacional de la USO

De la economía en una nación, nos muestra como los colombianos hemos perdido el 32 por ciento del ingreso per cápita en comparación con los países desarrollados en promedio. Esto significa que si el país hubiese mantenido el mismo nivel de crecimiento relativo de aquellas naciones, el ingreso per cápita nacional estuviera en 2.402 dólares anuales (la diferencia de hace once años era de 13.3 veces con respecto a los Estados Unidos, 14.5 con Suiza, 15 con Noruega, 13 Canadá, y no 18.5 veces a como nos encontramos hoy). Según lo anterior, para alcanzar nuevamente aquel nivel, la economía colombiana tendrá que crecer a un ritmo del 5 por ciento anual y la de esos países prácticamente estancarse. Esto nos muestra cuánto se atrasó el país en materia de desarrollo industrial, bienestar social, investigación tecnológica y científica, cobertura de servicios públicos, seguridad alimentaria y ahorro nacional.
En 11 años se destruyó más riqueza nacional que en la guerra civil de principios del siglo pasado y se ha perdido más que en la gran depresión de los años treinta del mismo siglo. Las consecuencias de las políticas aplicadas por los gobiernos de turno son que el 58 por ciento de la población se encuentra en la pobreza absoluta, el campo perdió un millón de hectáreas de cultivos, se importan 7 millones de toneladas de alimentos anuales, la industria nacional cerró 80 mil empresas en los últimos años, el desempleo llega al 18 por ciento, los hospitales son cerrados por falta de recursos, el 25 por ciento de la población padece hambre (10 millones de colombianos según la FAO se acuestan sin comer todos los días), la demanda interna cae y la violencia en todas sus manifestaciones se apodera del país. Ante este panorama, habría que concluir que Colombia soporta el horror económico de un modelo que experimentó de todo con nuestro pueblo y fracasó estruendosamente.

El único renglón que se ha mantenido relativamente estable en semejante debacle ha sido el petróleo, lo que se ha convertido en la salvaguarda de los gobiernos para soportar la crisis. Sin embargo, esto no significa que el petróleo y sus cuantiosos ingresos para la nación estén a salvo de la política de apertura; todo lo contrario, detrás de la bonanza de precios altos y producción record, se oculta toda una política para entregar la actividad de exploración y explotación en manos de las grandes multinacionales.

En el año 2000 Ecopetrol obtuvo utilidades que significaron cuantiosos ingresos para el fisco nacional, 5 billones de pesos en transferencia, utilidades operacionales de 1.9 billones de pesos, 2 billones 188 mil millones de pesos en regalías para departamentos y municipios, exportaciones por 1.833 millones de dólares con precios promedio de 28 dólares el barril y ventas de combustibles por 1.2 billones de pesos con precios internos de referencia internacional que han aumentado 96 por ciento en 2 años y medio. Es decir, de acuerdo con el aumento en el precio del dólar, en 1999 las cifras de la empresa tuvieron crecimientos relativamente similares, sin embargo, las reservas petrolíferas y la producción nacional vienen disminuyendo de manera alarmante, mientras se acentúa la política de beneficios a las multinacionales, desaparecen las actividades exploratorias y decrece la producción directa de Ecopetrol.

En esta materia, las reservas declinaron a niveles comparables de 1986, cuando el país era importador neto de hidrocarburos, la producción viene disminuyendo en promedio de 14 por ciento anual, el último año solo se descubrieron reservas por 13 millones de barriles, que representan el 5 por ciento del crudo producido en los campos de desarrollo; esto significa que estamos consumiendo lo producido a un ritmo superior del crudo descubierto. De continuar a esta marcha, en tres años estaremos importando petróleo para abastecer las refinerías internas y seguir supliendo el déficit de la demanda. El ahorro de divisas que hoy representa la industria petrolera nacional, por el superavit de la balanza comercial y el abastecimiento del consumo interno se verá afectado por la política de desinversión que en exploración adelanta el gobierno Pastrana y la caída de los precios internacionales del petróleo que se viene registrando después del 11 de septiembre como consecuencia de los atentados de Washington y la salida al mercado internacional de los crudos estratégicos de los Estados Unidos. Si al inicio señalamos que el ingreso de los colombianos se ha rezagado, (teniendo los ingresos del petróleo en dicha contabilidad de los cuales éstos han representado entre el 3, 5 y 4 por ciento del PIB) ¿Que será del país cuando dejemos de ser exportadores y al igual que la agricultura nos convirtamos en importadores?

Quitar el petróleo a los colombianos significa aumentar el hambre, quedarse sin techo, continuar en la ignorancia y desnudos, en condiciones semejantes a las que sufren hoy muchos países africanos. Esta situación nos invita a levantar una lucha de resistencia contra las políticas del gobierno y los Estados Unidosy exigir que se adopte una política en que Ecopetrol tome la iniciativa exploratoria semejante a la de 1986, cuando la empresa se hizo mas exitosa que las multinacionales, porque el petróleo hace parte de la soberanía económica de Colombia.

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