Empresas Públicas de Medellín decidió convertir en un excelente negocio lo que hasta ese momento era más un servicio del que disfrutaban los manizaleños de todos los sectores, incluidos los de zonas enteras en los barrios populares
Hasta hace unos años, en Manizales entraban dos canales de televisión. Después, algunos empezaron a venderle a los conjuntos cerrados de vivienda antenas parabólicas capaces de captar señales de otros países transmitidas vía satélite. Y más adelante aparecieron asociaciones de vecinos o empresarios privados que empezaron a llevarle los canales que captaban las parabólicas a centenares y miles de familias. Así, poco a poco, la oferta creó el mercado de las señales internacionales de televisión, pues ya quienes solo tenían las públicas nacionales sentían que algo les faltaba. El proceso se facilitó porque en la capital de Caldas hay muchos barrios y zonas en los que, por falta de las suficientes antenas repetidoras, los canales públicos no entran o lo hacen con muchas deficiencias y porque el servicio de las parabólicas se prestaba a un precio relativamente módico, de cinco mil pesos mensuales por vivienda.
Entonces, Empresas Públicas de Medellín —accionista de Emtelsa, la antigua telefónica de Manizales— decidió convertir en un excelente negocio lo que hasta ese momento era más un servicio del que disfrutaban los manizaleños de todos los sectores, incluidos los de zonas enteras en los barrios populares. Para ello, le compraron a Imelec a su propietario y, mediante maniobras que han sido rechazadas por las comunidades afectadas, adquirieron también varias de las redes e instalaciones que habían sido constituidas por los vecinos como organizaciones sin ánimo de lucro. A paso seguido, y como era obvio en medio de la rapacidad neoliberal que vive el país, les subieron las tarifas a 18 mil pesos mensuales a los estratos 1, 2 y 3 y a 25 mil pesos mensuales a los restantes estratos, incrementos que hasta quintuplicaron los pagos. ¿El pretexto? Que en adelante habría unos cuantos canales más y que había que pagarle impuestos al gobierno nacional y regalías a algunos de los canales extranjeros.
Este caso, que podría repetirse en muchos barrios y poblaciones colombianas en los que existen redes de transmisión a partir de antenas parabólicas organizadas por las comunidades, debe servir de campanazo de alerta. Pues, sin duda, la voracidad de algunos negociantes, de la Dian y de los propietarios de las señales internacionales seguramente los empujará a convertir esos servicios en negocios y a sus usuarios en clientes, como ya sucedió en Manizales.
Lo que queda es desearle éxitos a la Liga de Usuarios de Servicios Públicos de Manizales, y a todos los manizaleños, en su lucha por lograr que las parabólicas comunitarias que aún quedan en la ciudad sigan existiendo, por conseguir tarifas menores que las impuestas y por hacer que el gobierno nacional coloque las repetidoras que sean necesarias para que la señal de todos los canales públicos se capte perfectamente en cada vivienda de la ciudad.