Autonomía e independencia sindicales

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José Arlex Arias, Cartagena, octubre 10 de 2022

Durante décadas los trabajadores han defendido sus derechos a través de organizaciones formales que de manera legal funcionan en las propias empresas. Son formas conocidas como sindicatos, que en la mayoría de países del mundo gozan de protección constitucional y hacen parte de los derechos fundamentales de libre asociación y de pensamiento. Es un mecanismo que permite una relación racional entre la fuerza laboral y el patrón, que bien utilizada propende por el crecimiento en general de la empresa y de sus trabajadores. Como en toda sociedad, no faltan detractores, como también quienes los utilicen para otros propósitos.

 

Históricamente las luchas dadas por el movimiento sindical han dejado una serie de experiencias que son asumidas por diversas generaciones de líderes sindicales que las han recopilado, creando unos principios fundamentales para el funcionamiento de las organizaciones sindicales: i) Independencia y autonomía del Movimiento Sindical. ii) Democracia Sindical. Y iii) Solidaridad. Algunos sectores incluyen un cuarto principio: Unidad y lucha consecuente por los intereses de la clase obrera. Estos principios rectores permiten un buen funcionamiento de cualquier sindicato, de ahí que son asumidos en su aspecto fundacional, incluyéndolos en sus Estatutos y desarrollados en sus Plataformas de Trabajo. De ellos, el más clave es el primero, que les da la independencia y autonomía del patrón, pero además de los gobiernos, que son los que dictan las normas que muchas veces son contrarias a sus propios intereses. Por parte de los Estados se dictan leyes tributarias, laborales, pensionales e incluso otras que atentan contra la soberanía nacional, que también afectan la vida de toda la población.

 

Eso hace que el movimiento obrero, en general, ice la bandera de la independencia y la autonomía como su razón de ser: Depender del patrón o del Gobierno, en una especie de política de conciliación permanente, es poner en peligro los intereses de los trabajadores, del propio movimiento obrero e incluso de muchos empresarios, por tanto, los de toda una Nación. Es como firmarles una patente de corso. En Colombia, el Gobierno del presidente Gustavo Petro ha logrado cooptar en su plataforma política el más amplio bastión de los trabajadores, a través de algunas Centrales Obreras, sindicatos y muchos importantes líderes sindicales que, soslayando el principio de la independencia y la autonomía sindical, sacaron resoluciones adhiriendo a su gobierno.

 

Hoy están en cierne sobre el país unas reformas que se están tramitando, como la Tributaria, y otras anunciadas como la Laboral y la Pensional, que hacen parte de las imposiciones de EEUU, diseñadas por su tanque de pensamiento neoliberal que es la Organización para la Cooperación del Desarrollo Económico, OCDE. La Tributaria golpea a las clases media y baja, incluso a los pequeños y medianos empresarios que generan el 95 % del empleo. Y de las reformas laboral y pensional no puede esperarse mucho desde que han recibido el aval de la banca multilateral, en la reunión de dos de los codirectores del Banco Mundial con Gloria Inés Ramírez, como ministra de Trabajo y delegataria en funciones presidenciales. Hoy, el país necesita el grito estremecedor de sus Centrales Obreras mostrándole el camino a recorrer. “¡Hay días que parecen años, pero también años que parecen días!” ¡Siempre hay un nuevo amanecer!

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