Francisco Mosquera Sánchez, faro para la revolución colombiana y un aporte al marxismo

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Discurso de Gustavo Triana, Secretario General del MOIR, en el 30º Aniversario del Fallecimiento de Francisco Mosquera Sánchez

Nos reunimos hoy en el Cementerio Central de Bogotá, junto a las tumbas de Francisco Mosquera y Héctor Valencia, a rendirle homenaje al pensamiento y obra del fundador e ideólogo del MOIR, uno de los más grandes revolucionarios del continente y quien hizo grandes aportes al desarrollo del marxismo. Su obra teórica y su práctica revolucionaria son una lección de aplicación del marxismo a las condiciones concretas de un país, en este caso de Colombia, además de los valiosos aportes al análisis de la situación internacional y del papel que deben jugar los partidos de la clase obrera y las fuerzas nacionales y democráticas en un contexto mundial de dominio del capital financiero imperialista, hoy representado en la hegemonía de Estados Unidos.

Francisco Mosquera acertó en las definiciones teóricas para la revolución colombiana y propuso los lineamientos estratégicos y tácticos que hoy mantienen plena vigencia y que los hechos han probado como irrebatibles. Estas definiciones fueron formuladas en abierta lucha contra las posiciones trotskistas y guerrilleristas que prevalecían en la inmensa mayoría del campo de la izquierda colombiana y latinoamericana de la época, por un lado, y también contra la negativa influencia del revisionismo criollo del Partido Comunista, que para el momento en que Mosquera se ocupó de estos debates, llevaba más de treinta años actuando como furgón de cola del Partido Liberal y desarmando política e ideológicamente a los revolucionarios y demócratas de Colombia. Toca reseñar, además, que el contexto nacional e internacional era complejo y estaba cruzado por el debate de las fuerzas revolucionarias y democráticas, sobre la caracterización del viraje de la Unión Soviética para convertirse en una potencia imperialista usurpando el nombre del socialismo y los trabajadores. También se discutía sobre la valoración romántica y aventurera con respecto al buen suceso de la Revolución Cubana y que daría nacimiento a la desafortunada formulación del foco guerrillero. Las propuestas de Francisco Mosquera nacieron a contracorriente de las ideas dominantes en el campo de la izquierda y, no menos retador, contra las ideas dominantes en una sociedad que hasta hoy sigue siendo neocolonia de Estados Unidos, gracias a la complicidad de la oligarquía antinacional y lacaya.

Hagamos un sucinto recuento de los análisis y correcta interpretación de la situación nacional e internacional y de la valoración de los antecedentes históricos que guiaron las definiciones políticas de Francisco Mosquera en la aplicación del marxismo a las condiciones concretas de Colombia.

El país llegó al Siglo XX sin lograr consolidar la soberanía nacional y avanzar en el desarrollo capitalista, después de la Guerra de Independencia contra la corona española. Al contrario, el triunfo de las fuerzas conservadoras en la Guerra de los Mil Días y la traición del Partido Liberal a las banderas democráticas y nacionalistas que alguna vez agitó, trajeron como consecuencia el zarpazo de Estados Unidos sobre el departamento de Panamá, la renuncia al desarrollo de las fuerzas productivas y al ejercicio de la soberanía económica que convertiría al país en una neocolonia gringa por la vía de contratos leoninos en la explotación de los recursos naturales, la aceptación de empréstitos usureros y condicionantes, la injerencia de misiones gringas en los planes de modernización del Estado y el escaso desarrollo económico y social del país. Los mínimos desarrollos capitalistas y la insuficiente modernización del país no fueron soberanos y estuvieron siempre condicionados por la banca norteamericana y sus misiones económicas. Las luchas obreras y el activismo de los primeros revolucionarios no lograron neutralizar la traición de los liberales y el lacayismo de los conservadores y Estados Unidos afianzó desde principios del siglo XX una relación neocolonial contra nuestra nación. El Partido Comunista, que tuvo significativa presencia a partir de su fundación en 1930, en el movimiento obrero y agrario, optó por una concepción revisionista y de colaboración con el Partido Liberal, renunció a la conducción revolucionaria de las fuerzas más avanzadas de la sociedad. Francisco Mosquera señaló esta desviación como un asunto principal e invitó a resolverlo, y como resumen acuñó la frase de que, para infortunio nuestro, en Colombia había echado raíces primero el revisionismo que el marxismo.

Hubo dos acontecimientos en el plano internacional que influyeron profundamente en la lucha social y política de todo el planeta. En primer lugar, el triunfo de la revolución en la República Popular de China, bajo la dirección de Mao Tsetung. El país más populoso del planeta había conquistado la independencia nacional derrotando a la invasión militar japonesa, y expulsó a otras potencias colonialistas que tenían presencia en las principales ciudades de China, incluido Estados Unidos, potencia que pretendió usurpar la guerra de independencia contra el Japón y ponerla bajo su influencia con la complicidad de Chiang Kai-shek. China se convirtió en ejemplo de cómo las fuerzas nacionalistas y democráticas podían derrotar a las potencias imperialistas y llevar a cabo desarrollos industriales, agrarios y de modernización que condujeran al bienestar de la población; hacer una revolución de nueva democracia; sacar a China de nación semifeudal y con gobiernos postrados totalmente ante la dominación extranjera; forjar una nación desarrollada con elevados niveles de bienestar y progreso y con destacada influencia en la política internacional. Mosquera se inspiró en la luminosa experiencia de la Revolución China.

El otro suceso internacional, de gran influencia en el continente, fue la revolución de Cuba. Una revolución de carácter nacional y democrático que nunca planteó en su programa inicial el socialismo y que triunfó por unas condiciones favorables en lo interno y externo. El apoyo del empresariado nacional de Cuba, la Iglesia Católica, las fuerzas políticas excluidas y perseguidas por la dictadura, y en general todas las fuerzas sociales de Cuba puestas en pie de lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, que había sumido la Isla en el atraso, la pobreza y la corrupción. El dictador había perdido el apoyo de su mentor, Estados Unidos, y estaba aislado internacionalmente. Toda Cuba estaba en pleno levantamiento y con gran acierto el Movimiento 26 de julio, que dirigían Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y el Che Guevara, entre otros, se puso a la cabeza del levantamiento, incluyendo enfrentarlo militarmente. En otras palabras, la guerrilla del Movimiento 26 de julio interpretó el ánimo de lucha y la decisión del pueblo cubano de derrocar al dictador Fulgencio Batista. Pero este triunfo nacionalista y democrático fue leído de manera torcida por el teórico del trotskismo Régis Debray, quien formuló la teoría del “foco guerrillero”, que consistió básicamente en despreciar las condiciones nacionales e internacionales que rodearon la gesta de liberación y simplificar el éxito de la revolución adjudicándoselo al impacto producido en el ánimo de la población por las acciones del heroísmo y la audacia de los guerrilleros contra unas fuerzas militares ya de por sí desmoralizadas y sin capacidad alguna de detener el torrente de la lucha popular. Esta doctrina inspiró el aventurerismo y las acciones románticas que surgieron por todo el continente y que a la larga conducirían a innumerables sacrificios y frustraciones de los combatientes y, con el tiempo, a impensables degradaciones y a servir de pretexto a innumerables intervenciones militares de los gringos y a reacciones fascistas y autoritarias de fuerzas reaccionarias.

Mosquera se deslindó de manera tajante de esa desviación. Tuvo en cuenta que Colombia venía de padecer dos fenómenos de gran incidencia en la vida política nacional: el fin de la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla y el fin de la violencia liberal-conservadora. Esta última había tenido su máxima expresión en el asesinato del patriota Jorge Eliécer Gaitán y el inmediato y masivo levantamiento de las guerrillas liberales, levantamiento que metió en freno la traición de la dirigencia nacional liberal. Para desmovilizar a las guerrillas, los partidos tradicionales le abrieron el paso a la dictadura militar y fue así como Rojas selló un acuerdo de paz que puso fin al levantamiento armado.

Las exigencias democráticas de ponerle fin a la dictadura militar obligaron a que el partido liberal y el partido conservador, con el auspicio de Estados Unidos, llegaran a un acuerdo para destituir a Rojas Pinilla y poner fin al enfrentamiento fratricida entre liberales y conservadores. El pacto engendró una nueva dictadura, la del Frente Nacional, connivencia mediante la cual los partidos liberal y conservador se turnarían por periodos iguales en el gobierno, se distribuirían de manera paritaria todos los cargos del Estado y les negarían el reconocimiento a los demás partidos. Semejante arbitrariedad provocó frustración e indignación en todos los demócratas y revolucionarios del país que, alentados por el auge de los movimientos rebeldes en el plano internacional, optaron por abrazar la propuesta equivocada del foquismo guerrillero.

La opción que imperaba entonces dentro de todas las fuerzas revolucionarias estaba dominada por el planteamiento del foco guerrillero y la propuesta trotskista de la revolución socialista. Revolución socialista que no tenía ningún asidero en las condiciones materiales del país, puesto que Colombia en ese momento, durante todo el siglo XX y mucho más después de la recolonización imperialista, lo que ha tenido es un capitalismo raquítico, dependiente de los Estados Unidos y con una agricultura y producción pecuaria en las que sobreviven formas de producción semifeudales o precapitalistas como la medianía, la aparcería, la ganadería extensiva y un escaso desarrollo de mecanización y producción agropecuaria moderna, que no resuelve la soberanía alimentaria del país y niegan las condiciones para plantear el salto al socialismo.

Ese es el contexto en el cual Mosquera hace la caracterización de la sociedad colombiana como un país con capitalismo atrasado y dependiente de Estados Unidos, dedicado a la exportación de materias primas, principalmente minerales y energéticos y productos agrícolas del trópico como el café y el banano. Con un producto interno bruto ínfimo, un alto endeudamiento externo, y su mercado interno tomado por las multinacionales, nuestro fundador concluyó en la necesidad de una revolución de nueva democracia, de juntar todas las fuerzas que padecen la dominación del imperialismo y que se interesen en desarrollar las fuerzas productivas, recobrar la soberanía económica y alcanzar niveles de desarrollo y bienestar similares a los de los países más desarrollados del mundo. En resumen, Mosquera propone, en lugar de la revolución socialista, el desarrollo de un capitalismo nacional como condición determinante para adelantar transformaciones más profundas de la sociedad, incluido el socialismo.

Lo inmediato, entonces, es la construcción del más amplio frente antiimperialista para sacar a Colombia de su condición de dependencia y atraso económico. Por supuesto, ese frente amplio debe estar bajo la dirección de un partido de la clase obrera, que garantice la aplicación a las condiciones concretas de Colombia de las ricas experiencias del proletariado mundial en las revoluciones triunfantes como fueron las de la Unión Soviética, China y otro puñado de naciones de Asia y África, que habían recobrado su independencia de las potencias colonialistas e iniciaban procesos similares al que hoy se plantea para Colombia.

Francisco Mosquera conmina a sus compañeros a desestimar las aventuras armadas y terroristas, el vandalismo y toda acción desligada de la lucha organizada de las masas, y a participar en la lucha política electoral como el principal escenario para disputar la conducción política del país. Invita a centrar los esfuerzos en hacer que el contingente más avanzado de las fuerzas nacionales y democráticas, encabezado por los trabajadores, se vincule a las luchas sociales y reivindicativas para ganar fuerza y sacar adelante esta propuesta. La estrategia y táctica formuladas por Mosquera provocaron la furia y la descalificación de todos los representantes del foquismo guerrillero y el trotskismo prevalecientes en la izquierda de aquella época, hecho que no melló para nada el ánimo revolucionario que lo caracterizó: emprendió la tarea de vincularse al movimiento obrero y al estudiantil, al de la cultura y a personalidades democráticas, y con su apoyo construir un partido de la clase obrera. Partido que por supuesto debía ser dotado de una teoría revolucionaria, una estructura extendida por toda la nación y unas normas de funcionamiento de corte leninista, como a la postre se haría en el Congreso de Cachipay, celebrado en octubre de 1970, dando forma al Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario, MOIR, como organización política, sobre cuyo nombre habrá que dar explicaciones que hoy no abordaremos.

Nunca pasó por desapercibido para un dirigente de las calidades de Francisco Mosquera asumir para la revolución colombiana una posición verdaderamente internacionalista, a la que los partidos de clase obrera deben aferrarse: defender la independencia y autonomía, basarse en el autosostenimiento y tener como guía en lo internacional la defensa de la soberanía de las naciones y la autodeterminación de los pueblos. Principios que lo inspiraron a respaldar desde un inicio al Partido Comunista de China, dirigido por Mao, a desenmascarar las actuaciones imperialistas de la Unión Soviética y a definir para la revolución colombiana un rotundo deslinde, no solo de las posiciones de orientación trotskista y guerrillera, sino también de la corriente pro soviética que se apoderó de la inmensa mayoría de la izquierda latinoamericana, comandada por el gobierno de Cuba. El no alineamiento internacional se convirtió en otro factor de contradicción irreconciliable con las demás fuerzas políticas de Colombia.

Cimentadas las definiciones aquí descritas y dispuesta la concentración de todos los dirigentes que en ese periodo acompañaron a Mosquera en esta empresa revolucionaria, lo que viene en los desarrollos posteriores es la persistencia en intentar, de acuerdo con las condiciones nacionales e internacionales, la construcción del frente amplio que permita concretar la revolución de nueva democracia. Todos los pasos dados después de estas formulaciones han estado siempre encaminados a lograr dichos propósitos. Así lo corroboran los distintos experimentos de construcción de esa fuerza amplia y democrática para ganar ascendencia en el pueblo colombiano en provecho de conquistar la condición de nación independiente y soberana, el desarrollo de las fuerzas productivas, combatir de manera radical la corrupción y la politiquería, desechar la violencia y el terrorismo y poder brindarle a la población un bienestar social avanzado. Hemos practicado, con distintos resultados y ricas enseñanzas, esta política desde 1972: el Frente Popular-MOIR, la Unión Nacional de Oposición, UNO, el Frente por la Unidad del Pueblo FUP, la Política de Salvación Nacional, el Bloque Democrático Regional-MOIR, Unidad Agraria-MOIR, la bancada parlamentaria de Alternativa Democrática, el Polo Democrático Alternativo PDA, el Partido Dignidad y ahora Dignidad y Compromiso.

Nuestra persistencia en llevar hasta la cima esta propuesta le plantea al Partido uno de los mayores desafíos en su historia, romper el aislamiento que ha significado para las fuerzas independientes y comprometidas con el verdadero cambio el triunfo de Gustavo Petro y su coalición. El momento actual demanda hacer uso a plenitud de nuestro conocimiento político, sistematizar de la mejor manera nuestras experiencias y alcanzar la máxima comprensión de las enseñanzas de Mosquera y de Valencia. De este modo podremos desentrañar y explicarle al pueblo colombiano la estafa y el engaño que cometen el gobierno de Gustavo Petro y sus aliados del Pacto Histórico a nombre de la izquierda. Desnudar cómo se aprovecharon de la justa inconformidad y descontento de los colombianos para engañar con un discurso populista que incorpora elementos del denominado socialismo del Siglo XXI y en forma irresponsable reivindica la lucha armada y sus degradaciones, como ha ocurrido con los episodios de la Espada de Bolivar en la toma de posesión, con el sombrero de uno de los jefes del M19 y otras alusiones y loas a las guerrillas. Sus realizaciones, muy escasas por cierto, no representan ningún programa de izquierda, no significan ningún cambio en las condiciones economicas y sociales y por el contrario son reformas y medidas que están a tono con las exigencias del FMI, el BM, la OCDE. En la política exterior la sumisión es total a la OTAN, el TIAR y el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos. El de Petro es en lo esencial un gobierno continuista al servicio de la dominación imperialista de Estados Unidos y se acompaña de la politiquería y corruptela que ha favorecido esa dominación desde hace más de un siglo. Los escándalos de corrupción omnipresentes desde las investigaciones a las cuentas de su campaña pasando por la compra de miembros del Congreso para la aprobación de leyes y los indicios de más delitos de este corte en la cacareada reforma agraria, entre otros, amenazan con hacerlo pasar a la historia como uno de los más corruptos.

Y decimos que el reto es de gran magnitud porque se trata de aclararle al país que el gobierno de Gustavo Petro no representa a la izquierda democrática ni es sinónimo de progreso alguno en lo económico y social, sino más de los mismos con las mismas, del lacayismo que ha sumido al país en el atraso y la pobreza. El reto no para ahí. Consiste también en precisar que la solución no está en regresar a la situación anterior al triunfo electoral del petrismo, que la solución no está en los reclamos que hoy enarbolan Álvaro Uribe y Germán Vargas, ni en el engaño que pretenden César Gaviria, la U y el Partido Conservador de presentarse como de centro. No, el reto es impulsar la consolidación de una opción distinta, verdaderamente nacionalista y democrática que parta de fortalecer al partido Dignidad & Compromiso que lideran Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo y Juan Manuel Ospina, entre otros, para construir la más amplia coalición, capaz de canalizar el descontento nacional y los anhelos de cambio de la inmensa mayoría de los colombianos para alcanzar las transformaciones que requiere el país. Nuestra modesto pero organizado contingente, con su experiencia y conocimientos, se debe poner al servicio de este propósito y trabajar con entusiasmo por consolidar la candidatura presidencial de Sergio Fajardo y la conformación de listas al Congreso de la República que permitan elegir una bancada parlamentaria encabezada por Jorge Enrique Robledo, quien ha sido el más caracterizado vocero público de las ideas de Francisco Mosquera y reconocido por los más autorizados analistas como el mejor senador de la República.

El mejor homenaje al fundador e ideólogo del MOIR es reafirmar nuestro compromiso de persistir, sin desfallecer un segundo, en sacar adelante las tareas que permitirán avanzar en la concreción del disfrute pleno de la soberanía nacional y el desarrollo económico y social que Colombia y su pueblo se merecen.

Gustavo Rubén Triana Suárez, secretario general del MOIR

Bogotá, D.C., 3 de agosto de 2024

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