José Arlex Arias, Cartagena, noviembre 4 de 2019

El 7 de mayo de 2010 Chile se transformó en el primer país sudamericano en ingresar a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). El pasado 24 de octubre, casi 10 años después, se realizaron las marchas más multitudinarias en la historia de ese país, donde solo en Santiago se concentraron más de 1,2 millones de personas, ajustando varias semanas de protestas, a los sones del emblemático disco “El baile de los que sobran” de Los Prisioneros, a lo que su autor Jorge González, dijo: “Es muy lindo, pero muy triste que se siga cantando”. “Es otra noche más/ De caminar/ Es otro fin de mes/ Sin novedad/ Mis amigos se quedaron, igual que tú/ Este año se les acabaron los juegos, los doce juegos/ Únanse al baile de los que sobran/ Nadie nos va a echar de más/ Nadie nos quiso ayudar de verdad/ Nos dijeron cuando chicos/ Jueguen a estudiar/ Los hombres son hermanos y juntos deben trabajar/ Oías los consejos/ Los ojos en el profesor/ Había tanto sol/ Sobre las cabezas/ Y no fue tan verdad, porque esos juegos al final/ Terminaron para otros con laureles y futuro/ Y dejaron a mis amigos pateando piedras/ ¡Hey! Conozco unos cuentos sobre el futuro/ ¡Hey! El tiempo en que los aprendí/ Fue más seguro”. Destaca la pieza musical las falsas promesas de educación y la desigualdad propiciada por un modelo económico que impusieron en Chile desde la dictadura de Augusto Pinochet, exacerbado por las imposiciones neoliberales. ¡Estalló Chile! Con este estallido quedó al descubierto que ese “paraíso económico y social” que nos vendieron el imperialismo norteamericano y la OCDE no es otra cosa que la aplicación de un capitalismo salvaje, que con la apertura económica, garantías exageradas a los inversionistas, libertad de mercado y tarifas, privatizaciones del patrimonio y liquidación de las empresas estatales, convirtieron a Chile, junto a Colombia, en los laboratorios en donde las multinacionales y potentados recomponen sus ganancias.

 

En Colombia se han privatizado los derechos fundamentales y esenciales y fue arrasado el aparato productivo, generando de paso un desempleo estructural con ejércitos que pujan por un empleo, así sea mal remunerado, y trabajadores informales que a diario se rebuscan. La similitud con el colapso de Chile es asombrosa y las protestas, así como en Chile, son infiltradas, dando pie a los “violentólogos” para que las estigmaticen, justifiquen la represión y aboguen por limitar más las libertades civiles. Mientras los chilenos exigen revertir las medidas impuestas por la OCDE, su secretario, Ángel Gurría, ante la ratificación de la Corte Constitucional del ingreso de Colombia a ese organismo, dice que “Colombia tiene varias tareas pendientes, entre ellas, aumentar el IVA y revisar el salario mínimo y las pensiones”. Plantea “la implementación de reformas estructurales como: Incrementar y unificar la edad de jubilación de mujeres y hombres… Eliminación gradual de los subsidios a las pensiones (o sea acabar con las pensiones, quedando sustituidas por “auxilios o bonificaciones miserables o de defunción”)… Armonización de los regímenes contributivos (o sea, acabar con Colpensiones al igualarlo con fondos privados)… Revisión del salario mínimo reduciendo los costos no salariales, diferenciarlo por edad o por región y pago por hora. Todo esto se traduce en pauperizar aún más la mano de obra y aumentar impuestos a pobres y clase media mientras se los rebaja a los potentados: ¡Nos tocó también el baile de los que sobran!

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